sábado, 29 de septiembre de 2018

La de Los Tristes Destinos

Un 29 de septiembre moría Fernando VII. El monarca que conspiró contra sus padres, restauró el absolutismo y derogó la Constitución de Cádiz, La Pepa.

Dejaba en el trono a una niña que aún no había cumplido 3 años. Para hacerlo posible se valió de la Pragmática Sanción, que derogaba la Ley Sálica (permitiendo así reinar a la mujer). Comenzaba tal día como hoy el reinado de Isabel II de España, “La de los Tristes Destinos”.

Corría el año 1833. La población española acogió inicialmente con cariño a una niña en la que depositó todas sus esperanzas. El camino se torció rápidamente. Su tío el infante Carlos no aceptó la entronización de la Reina Niña y se desató una Guerra Civil, la Primera Guerra Carlista o Primera Guerra Civil Española, entre los partidarios de Carlos y los de Isabel. Mientras tanto el Gobierno quedó bajo el control de la Regencia de la Reina Madre, Maria Cristina.

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La Guerra se dilató 7 años, hasta 1840, destacando el General Espartero en la defensa de los derechos de la Reina Niña, lo que le valió el control de la Regencia hasta 1843, año en el que se decidió adelantar la mayoría de edad de Isabel para que comenzase su reinado propiamente dicho. Así, con 13 años, Isabel II fue declarada mayor de edad, juró la Constitución ante las Cortes y se dispuso a asumir personalmente La Corona.

Pero una mujer en un trono era visto con suspicacias, y las maniobras políticas y diplomáticas acuciaban la búsqueda de un matrimonio. Encontrarle marido a una Reina soltera era un asunto de Estado y las protestas de Isabel poco importaban. Las potencias europeas mantenían la lupa sobre Madrid, pues reaccionarían ante un enlace que supusiera el fortalecimiento español. Por ello finalmente el elegido fue Francisco de Asís y Borbón, Duque de Cádiz: un hombre sin elevados intereses políticos y mucho menos militares. Las potencias europeas respiraron aliviadas. Isabel, no.

Su reinado se caracterizó por intentos de modernización del país (con resultado desigual); corrupción; manipulación política e intrigas; intentos de erradicar el analfabetismo generalizado e industrialización tenue e irregular. Pero las continuas fricciones entre La Corona y el Gobierno acabarían desembocando en la Revolución de 1868: la Revolución Gloriosa.

Con el estallido de la Revolución, Isabel II abandonó todo intento de encauzar la monarquía en el marco institucional español y optó por el exilio. Cruzó los Pirineos y marchó a Francia, donde vivió el resto de su vida hasta su muerte. En el momento que abandonó toda pretensión monárquica dejó también de fingir la unión matrimonial con Francisco, pues su matrimonio fue una pantomima. La Pareja Real hizo vida independiente en cuanto cruzaron los Pirineos.

Desde Francia observó los avatares que sacudían a España (reinado fugaz de Amadeo de Saboya; I República Española) y cedió todos sus derechos dinásticos y sucesorios a su hijo Alfonso. El destino querría que la Casa de Borbón fuese llamada a reinar de nuevo en 1874, cuando Alfonso declaró, mediante el Manifiesto de Standhurst, que si recuperaba el Trono Español respetaría los límites de una Monarquia Parlamentaria, rechazando el absolutismo. Poco después sería recibido como Alfonso XII. Es el Bisabuelo de Juan Carlos I y Tatarabuelo del actual Felipe VI.

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Isabel II, la niña de Los Tristes Destinos, murió en 1904 en un país que no era el suyo. Su cadáver fue repatriado y sepultado en el Monasterio del Escorial, frente a los de un marido títere que no soportaba, fallecido dos años antes que ella.

En la Historia, así es la vida de las mujeres en general y de las Reinas en particular. Difícil y azarosa. Sin ser auténticas dueñas de su vida, sujetas a causas que están por encima de sus deseos y decisiones. En tal sentido, parte del fracaso de Isabel como Reina de España se debió a su reticencia a doblegarse a las imposiciones políticas y diplomáticas. La Historiografía a menudo ha tratado duramente a un personaje que, independientemente de su posición, solo fue una niña obligada a convertirse en mujer a marchas forzadas. Y no en cualquier mujer, sino nada más y nada menos que en una Reina.

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